Así debería presentarse la gente que luego es desconsiderada.
Al borde de otro ataque de nervios, gracias al sector perteneciente al país de donde procede el queso oloroso y los panqueques sin levadura. Del país de donde vienen las barras de pan alargadas y los «curasanes» de mantequilla.
Y es que no ser erasmus, y compartir piso con una erasmus de semejante calaña son palabras mayores (qué placer que no lea mi blog, y qué placer que no entienda).
Yo puedo comprender que puedo llegar a ser un maniático y demás, pero cuando ya ha logrado sacar de quicio al tío más pasota, pacífico y transigente con las malas costumbres que conozco, entonces podemos empezar a hablar de que es alguien que puede llegar a sacar de quicio al mismisimo Dalai Lama.
Entonces me alegro, porque empieza a quedar claro que no soy un maniático, ni nada por el estilo. Si no que en el fondo, soy tolerante. Y el sector francés debería empezar a alegrarse de compartir piso con el chico transigente y conmigo. Porque de no haber sido así, hace tiempo que la hubieran encerrado en su habitación con 4 bagettes y dos paquetes de paté del DIA.
Aún así, y a pesar de todo, empiezo a pensar que queda poco de aguantar. El año que viene, a la elección planteamos un casting para ocupar la habitación. Un casting y un test psicológico serio, porque es lo que deberíamos hacer.
Y de momento hay dos sectores de la población que no son susceptibles de vivir aquí. Y son los skaters porreros y los fanes del electro pop.
Si es que está claro, el francés es el enemigo natural del español. Se ve que a esta aún le molesta todo lo que pasó con «Pepe Botella» y lo de la Guerra de la Independencia.
Y mira que vengo de una familia de lo más internacional. Pero cuando tu piso de estudiantes es una sede del CONSULADO FRANCÉS EN SALAMANCA, porque han pasado por aquí TODOS los franceses que están en Salamanca, queda patente que hay un serio problema de convivencia. Y eso hace que empieces a generalizar, y ya los veas a todos como una cosa:
Gente sucia y desconsiderada que produce paté, «curasanes» y bagettes